viernes, 31 de diciembre de 2010

Whatever (Feliz 2011)



Se recomienda escuchar a oídos sordos, volumen alegre, mudo todo el cuerpo. 
Traducción (sui generis). Por si andáis igual de finos que yo con el inglés...
Feliz 2011.

I'm free to be whatever I
Whatever I choose
And I'll sing the blues if I want

I'm free to say whatever I
Whatever I like
If it's wrong or right it's alright

Always seems to me
You only see what people want you to see
How long's it gonna be
Before we get on the bus
And cause no fuss
Get a grip on yourself
It don't cost much

Free to be whatever you
Whatever you say
If it comes my way it's alright

domingo, 26 de diciembre de 2010

Léolo

 

  'Éste era el domador de versos. El domador se pasaba las noches hurgando en todas las basuras del mundo. Sólo le interesaban las cartas y las fotos. Llevaba cada sonrisa, cada mirada, cada frase de amor, o cada separación, como si se tratara de su propia historia. El domador cree que las imágenes y las palabras deben mezclarse en las cenizas de los versos para renacer en la imaginación de los hombres. 'Hay que soñar, Léolo. Hay que soñar''.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

En el universo de Pedro Reyes



  Me he adentrado esta semana en el mundo de un cómico apasionante, Pedro Reyes. Único en su especie, el humorista es de esos tipos que odias o amas con rotundidad. El viernes 14 de enero actuará en el Clan, y queremos charlar con él. Le temo: si veis algunas de las entrevistas que hay en Youtube, entenderéis por qué. Pero si hace unos años salvamos nuestro encuentro con el surrealista Albert Pla, estamos preparados. Ya os contaré.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Silvia

 


  Silvia es la savia de este árbol. La luz que prende historias de plata, el puente de hidrógeno que une a este equipo sin querer, la voz, a veces dulce, en ocasiones de plomo, siempre enérgica, que nos conduce hacia la vida en su esplendor de negros y blancos. Cuando llega de su duro viaje de aceras y volantes, tiñe de color nuestras caras sombrías. Pero hay tardes que vuelve a la oficina con una mochila de piedras en los labios, se viste pesada, y nosotros no le hacemos caso o nos reímos de ella. Pobre.

  En una de éstas, con RadioFerrándiz de fondo, dibujé lo que veis en la foto, aunque no podáis apreciarlo bien porque no la hemos photoshopeado. Esbocé en un papel ingrato una oreja y escribí 'Muro de las lamentaciones de Silvia Ferrándiz', para que le susurre de cerca sus cuentos y batallas, y a nosotros nos deje trabajar en paz. Al verlo, Silvia rió, como siempre hace. Por eso necesito su contraste de grises, tanto como su aliento arco iris cuando viene envuelta en capillas sixtinas.

  Su discurso, de lluvia o radiante, me desconecta de mis quehaceres y de repente nada importa. Es el aire más puro que respiro aquí, náufrago entre barrotes de falso cobre, ventanas tintadas de polvo y palabras escritas por dedos mudos.

  Jamás, por mucho que las letras me bailen al ritmo preciso de una pareja pegada a un tango, podré explicar lo que Silvia Ferrándiz ha significado y significa para esta publicación. Es la reina del drama sin edad. La pasión sin conjeturas, la amistad sin epítetos flotando a su alrededor.

  Espero que vosotros, en vuestra autopista diaria de única dirección, tengáis la suerte de encontrar un roble en la vía de servicio donde no repostéis sólo gasolina. Y podáis regalarle un 'Muro de las lamentaciones' para que no os apague sin necesidad u os alumbre demasiado desprovistos de sombrillas.

  Lo más probable es que cuando os crucéis con ella por la calle -sola pero con honrada sonrisa y sueños de nubes- esté vendiendo publicidad o haciendo fotos a caras sin rostro, cansada, pero dándoos lo mejor. Dadle las gracias de mi parte, por favor.  Porque yo, como me ocurre con otras muchas personas, no se lo digo con la frecuencia que se merece.

Te quiero.
Pánfila.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El Bisila sigue vivo


  Los que hemos vivido las noches de esta última década por la Ruta de la Madera tenemos clavado un tridente que nunca olvidaremos. Stereo (antes Apache), La Galería (antes Confetti Club, antes Antídoto) y Clan Cabaret (siempre, el Clan). Cuando nos marchábamos del pub y dábamos por finiquitada la noche rockera, los que no nos habíamos llevado nada a la boca en Stereo nos íbamos a buscar carne por dinero. Con las risas de los colegas como última canción, maldecíamos nuestra suerte apagada, nuestra poca gracia, nuestro escaso atractivo y, sobre todo, nos ciscábamos en el menda que nos había levantado a la rubia. Otra vez.

  Para ejecutar el Plan B -pagar por la carne-, nunca hubo ni habrá, permítame la parroquia que siente cátedra, ningún burdel como el Bisila. La americana era mi preferida. No era tan cara como otras ni presumía del brillo vulgar que podía refulgir en las demás, pero tenía de todo. Lo principal era la carne, que luego conocí al proveedor, un tío muy majo calcado a Mick Jagger con tez mediterránea. La americana tenía un huevo frito, como yo tenía los dos, de tan apagada la suerte, la gracia, el atractivo y los etcéteras anteriormente mencionados.

  Hace cierto tiempo el Bisila cerró y me dió un bajón tremendo. Me pasó lo mismo cuando Jesús Gil murió, o cuando dejaron de hacer dibujos después del telediario los fines de semana para instruir a los niños en temas fundamentales como secuestros, violaciones o venganzas, a través de sesudas películas de sobremesa. El espíritu Disney de toda una generación aplastado por Antena 3. Nunca os olvidaremos, D'Artacán y Ulises.

  Pues bien, amigos virtuales, si queréis probar las mejores hamburguesas del mundo, o los viejos rockeros pretendéis recordar el sabor de vuestros días más lozanos, ahora la vida os da otra oportunidad. El Bisila ha abierto de nuevo. No está en su antigua ubicación y ya no conserva su nombre (el que adquirió el antiguo local, hereje, también compró el nombre), pero la carne y la manera de hacerla, con parsimonia y atino, sigue siendo la misma montaña rusa de sensaciones gástricas. Esa cebolla, qué cebolla, ese tomate, esas patatas fritas que justifican la existencia de un Hacedor todopoderoso, perduran en este tiempo del infortunio y el Facebook.

  ¡Acudid, acudid sin demora, hombres y mujeres, viejos y jóvenes! Os atenderán, al ladito de Clan Cabaret, como si no hubieran pasado los años para ellos, la simpatía inalcanzable de Cristina y las manos expertas de Diego. Manos y maña en perpetuo idilio con una plancha que recicló la sonrisa de un hombre para convertirla en unas hamburguesas que son el más apetitoso manjar alicantino.

  Nuestro Bisila de siempre se encuentra en la C/ Capitán Segarra, bajando del Clan, y ahora lleva por nombre Hamburquesería Segarra.