miércoles, 15 de diciembre de 2010

Silvia

 


  Silvia es la savia de este árbol. La luz que prende historias de plata, el puente de hidrógeno que une a este equipo sin querer, la voz, a veces dulce, en ocasiones de plomo, siempre enérgica, que nos conduce hacia la vida en su esplendor de negros y blancos. Cuando llega de su duro viaje de aceras y volantes, tiñe de color nuestras caras sombrías. Pero hay tardes que vuelve a la oficina con una mochila de piedras en los labios, se viste pesada, y nosotros no le hacemos caso o nos reímos de ella. Pobre.

  En una de éstas, con RadioFerrándiz de fondo, dibujé lo que veis en la foto, aunque no podáis apreciarlo bien porque no la hemos photoshopeado. Esbocé en un papel ingrato una oreja y escribí 'Muro de las lamentaciones de Silvia Ferrándiz', para que le susurre de cerca sus cuentos y batallas, y a nosotros nos deje trabajar en paz. Al verlo, Silvia rió, como siempre hace. Por eso necesito su contraste de grises, tanto como su aliento arco iris cuando viene envuelta en capillas sixtinas.

  Su discurso, de lluvia o radiante, me desconecta de mis quehaceres y de repente nada importa. Es el aire más puro que respiro aquí, náufrago entre barrotes de falso cobre, ventanas tintadas de polvo y palabras escritas por dedos mudos.

  Jamás, por mucho que las letras me bailen al ritmo preciso de una pareja pegada a un tango, podré explicar lo que Silvia Ferrándiz ha significado y significa para esta publicación. Es la reina del drama sin edad. La pasión sin conjeturas, la amistad sin epítetos flotando a su alrededor.

  Espero que vosotros, en vuestra autopista diaria de única dirección, tengáis la suerte de encontrar un roble en la vía de servicio donde no repostéis sólo gasolina. Y podáis regalarle un 'Muro de las lamentaciones' para que no os apague sin necesidad u os alumbre demasiado desprovistos de sombrillas.

  Lo más probable es que cuando os crucéis con ella por la calle -sola pero con honrada sonrisa y sueños de nubes- esté vendiendo publicidad o haciendo fotos a caras sin rostro, cansada, pero dándoos lo mejor. Dadle las gracias de mi parte, por favor.  Porque yo, como me ocurre con otras muchas personas, no se lo digo con la frecuencia que se merece.

Te quiero.
Pánfila.

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